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10 datos sobre la lactancia materna

La lactancia materna es una de las formas más eficaces de asegurar la salud y la supervivencia de los niños. La administración de alimentos que no consistan exclusivamente en leche materna durante los primeros seis meses de vida contribuye a más de un millón de muertes infantiles anuales.

Los menores de seis meses alimentados exclusivamente con leche materna no llegan al 40%. Un apoyo adecuado a las madres y a las familias para que inicien y mantengan la lactancia materna podría salvar la vida de muchos pequeños.

La OMS fomenta activamente la lactancia materna como la mejor fuente de nutrientes para los lactantes y niños pequeños. En este documento se exponen sus múltiples beneficios y cómo la ayuda a las madres puede aumentar la lactancia materna en todo el mundo.

La OMS recomienda

La OMS recomienda vivamente la lactancia exclusivamente materna durante los primeros seis meses de vida. Después debe complementarse con otros alimentos hasta los dos años. Además:

  • debe comenzar en la primera hora de vida;
  • debe hacerse «a demanda», es decir, con la frecuencia que quiera el niño, tanto de día como de noche, y
  • deben evitarse los biberones y chupetes.

Beneficios para la salud del lactante

La leche materna es ideal para los recién nacidos y lactantes, pues les aporta todos los nutrientes que necesitan para un desarrollo sano. Además es inocua y contiene anticuerpos que ayudan a proteger al lactante de enfermedades frecuentes como la diarrea y la neumonía, que son las dos causas principales de mortalidad infantil en todo el mundo. La leche materna es fácil de conseguir y asequible, lo cual ayuda a garantizar que el lactante tenga suficiente alimento.

Beneficios para la madre

OMS/ H. AnendenLa lactancia materna también beneficia a la madre. La lactancia exclusivamente materna suele producir amenorrea, que es un método natural (aunque no totalmente seguro) de control de la natalidad. Reduce el riesgo de cáncer de mama y ovario en fases posteriores de la vida, ayuda a la madre a recuperar más rápidamente su peso anterior al embarazo y reduce las tasas de obesidad. Sigue leyendo

Debemos huir de la postura reduccionista que ve la lactancia como una herramienta de salud

Carlos González para Save the Children

La lactancia materna es fundamental en cualquier plan de salud materno-infantil. Disminuye el riesgo de diarrea, infecciones respiratorias, otitis, meningitis por Haemophilus y otras muchas infecciones, así como de diabetes, muerte súbita del lactante, obesidad y otros problemas de salud. En la madre, la lactancia se asocia con un menor riesgo de cáncer de mama y de ovario, y a largo plazo con una disminución de las fracturas por osteoporosis; al retrasar la reaparición de la menstruación ayuda a ahorrar hierro y a evitar la anemia, y produce de forma natural un espaciamiento de los embarazos que mejora la salud y alivia la carga de trabajo de la madre al tiempo que facilita la supervivencia de sus hijos.

UNICEF calcula que, en estos momentos, la lactancia está salvando cada año seis millones de vidas, y que podría salvar al menos un millón más si se generalizase la lactancia materna hasta al menos los dos años (complementada con otros alimentos a partir de los seis meses).

Sin embargo, las mujeres han dado el pecho durante millones de años sin conocer todas estas “ventajas”. Y ha sido precisamente en el siglo en que se han descubierto dichas ventajas, y en los países donde se han descubierto, donde la lactancia artificial se ha extendido hasta relegar, hace unas décadas, a la lactancia materna a un situación casi anecdótica de la que por fortuna ya se está recuperando.

Debemos huir de la postura reduccionista que ve la lactancia como una herramienta de salud, como “el mejor alimento y la medicina ideal”, postura que a veces conduce a promover la lactancia como un deber (peor aún: un “sagrado deber”) de la madre. La lactancia materna es algo mucho más importante, mucho más profundo y mucho más poderoso que un alimento o una medicina.

Los argumentos médicos son los únicos, por ejemplo, en el caso de las vacunas. Las usamos única y exclusivamente porque protegen contra las enfermedades; ése es el motivo por el que las recomiendan los profesionales, las distribuyen los gobiernos y las administran los padres. Nadie usaría una vacuna si no creyese que protege contra una enfermedad.
Pero la lactancia materna es mucho más. Es lo que madre e hijo están instintivamente preparados para hacer. Basta con dejar al recién nacido sobre el cuerpo de su madre, en contacto piel con piel, durante un par de horas, y casi todos se arrastran espontáneamente hacia el pecho y se ponen a mamar. La lactancia es una demostración física de afecto, como los besos o las caricias; es contacto contra la soledad, consuelo ante la pena, un momento de calma en la vorágine del día. Es el orgullo de sentirse única, irreemplazable, plena, triunfante sobre los obstáculos, adorada por tu hijo. Dar el pecho no es uno de los sacrificios que hacemos para prolongar la vida, sino uno de los motivos por los que queremos vivir. No es un medio para lograr un objetivo, sino un fin en sí mismo.

Hemos de reconocer que los argumentos que mueven a un médico o a un planificador sanitario a recomendar la lactancia no son los mismos que mueven a una madre a dar el pecho. La mayoría de las madres que amamantan lo hacen sin haber recibido ningún consejo de su médico. O incluso, tristemente, en contra de los consejos de su médico. Las rutinas hospitalarias obsoletas, la separación después del parto, el uso innecesario de suplementos, los absurdos horarios que limitaban la frecuencia y duración de las tomas, la obsesión de que todos los niños engorden por encima de la media (una imposibilidad matemática) y la falta de preparación de muchos profesionales para ayudar a solventar las dificultades de la lactancia (grietas, infecciones, escaso aumento de peso…) han hecho que muchas madres se pierdan esta importante etapa de sus vidas. Errores que han tenido consecuencias aún más graves al trasladarse las prácticas occidentales a los países en desarrollo.

La recuperación de la lactancia materna no pasa por convencer a las madres de sus ventajas, sino por cambiar las prácticas hospitalarias (www.ihan.es), mejorar la formación de los profesionales, ofrecer información práctica, fomentar los grupos de ayuda mutua (www.fedalma.org), impedir la publicidad engañosa de la industria y alargar el permiso de maternidad y otros derechos de la mujer que trabaja fuera de casa.

Carlos González es pediatra y presidente de la ACPAM,Asociación Catalana Pro Lactancia Materna. Además, es una de las voces más conocidas en métodos no conductivos, conocidos como crianza con apego.

Vía Save the Children

La necesidad de proteger la lactancia materna y los riesgos de no hacerlo

El amamantamiento es la forma natural de alimentación de los lactantes y niños pequeños. La lactancia exclusiva durante los primeros 6 meses de vida y complementada con otros alimentos sanos, seguros y apropiados, a partir de entonces y hasta al menos el tercer año de la vida, asegura el óptimo crecimiento, desarrollo y salud. Después, el amamantamiento junto a la adecuada alimentación complementaria puede seguir contribuyendo al crecimiento, desarrollo y salud del lactante y del niño pequeño. El Plan de Acción Europeo para la protección, promoción y apoyo a la lactancia materna en Europa reconoce el amamantamiento como una prioridad de Salud Pública y junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la alimentación al pecho de forma exclusiva durante los primeros seis meses de vida y junto con otros alimentos hasta los dos años de vida o más, según madre e hijo mutuamente deseen.

La alimentación complementaria debe iniciarse alrededor de los 6 meses de vida para complementar la leche materna. No existen datos para recomendar la introducción de alimentos complementarios antes de los seis meses de edad y sin embargo sí hay evidencias de que la introducción temprana de otros alimentos puede tener importantes consecuencias para la salud del lactante.

Los riesgos a los que se somete el lactante que no es amamantado o que abandona la lactancia antes de lo recomendado son múltiples. Entre ellos un mayor riesgo de mortalidad postneonatal durante el primer año de vida, y un mayor riesgo de muerte súbita del lactante. Además el lactante no amamantado presenta más riesgo de sufrir procesos infecciosos sobre todo gastrointestinales, respiratorios y urinarios, y éstos de ser más graves, aumentando el riesgo de hospitalización hasta 10 veces, según los estudios. Más a largo plazo, el haber sido alimentado con sucedáneos de leche materna (leches de fórmula para bebés) aumenta el riesgo de padecer dermatitis atópica, alergia y asma en niños con antecedentes familiares de alergia, disminuye la eficacia de las vacunas, y aumenta el riesgo de padecer enfermedad celíaca, enfermedad inflamatoria intestinal, diabetes mellitus, esclerosis múltiple y cáncer en la edad adulta. Las niñas no amamantadas tienen más riesgo de presentar cáncer de mama en la edad adulta. Varios de los riesgos de la no alimentación al pecho son dosis-dependientes como el riesgo de cáncer de mama, obesidad, enfermedades respiratorias y algunos cánceres. Es decir, cuanto más tiempo se mantiene la alimentación al pecho más disminuye el riesgo.

Los lactantes no amamantados presentan unas puntuaciones peores en los tests cognitivos y menor cociente intelectual y peor agudeza visual, años después de terminar la lactancia. Y se ha relacionado una menor duración de la lactancia materna con la aparición de problemas mentales en los adolescentes. Los niños, jóvenes y adultos no amamantados son menos estables psicológicamente y tienen una mayor incidencia de algunos problemas de salud mental como déficit de atención e hiperactividad, ansiedad y depresión. Esto y la disminución del riesgo de maltrato infantil se asocian al hecho de la alimentación al pecho y no sólo a la diferente composición de la lactancia materna, ya que se relacionan fundamentalmente con el contacto y la interacción que tiene el bebé con su madre durante el acto de amamantar. Por ello algunos de estos efectos beneficiosos no se presentan en los lactantes que sólo reciben leche de su madre en biberón.

Los perjuicios de no amamantar también afectan a la mujer que no amamanta, que presenta mayor riesgo de hemorragia postparto, mayor riesgo de fractura espinal y de cadera postmenopáusica, cáncer de ovario, cáncer de útero y artritis reumatoide. Así como aumento de riesgo de enfermedad cardiovascular, hipertensión, ansiedad y depresión.

La sociedad también sufre los perjuicios del no amamantamiento ya que la lactancia artificial supone un aumento de gasto sanitario por la mayor morbilidad asociada (3.6 billones de dólares anuales en EEUU). También, se ha demostrado un aumento de absentismo laboral entre las madres y los padres de lactantes no amamantados, en comparación con los de lactantes amamantados al pecho, no sólo debido a la menor incidencia de enfermedades infantiles sino a la menor incidencia de problemas psicológicos en los progenitores de estos últimos. Dado que la morbilidad de los lactantes y sus madres supone un aumento del absentismo laboral, también las empresas sufren estos efectos. Un estudio comparó el absentismo laboral de las trabajadoras de una empresa con servicio de apoyo a la lactancia materna además de una sala para la extracción y conservación. Los resultados fueron que entre las mujeres con absentismo por causa de enfermedad de su hijo el 75% daba a su bebé leche artificial y sólo el 25% amamantaba.

Y la sociedad en general también sale perjudicada cuando falla la lactancia, ya que se perjudica el medio ambiente, al generar la lactancia artificial más residuos, mayor gasto de agua y electricidad y mayor cantidad de metano atmosférico.

 AEPED

La Unión Europea prohíbe el bisfenol A en los biberones de plástico

El veto a la fabricación entrará en vigor el 1 de marzo de 2011 y se prohibirá la distribución e importación a partir de junio.

La Unión Europea ha decidido prohibir, a partir de marzo de 2011, el compuesto químico bisfenol A en la fabricación de biberones, según anunció este jueves la Comisión Europea. La decisión fue adoptada por mayoría cualificada por el Comité Permanente de la Cadena Alimentaria y de Sanidad Animal en base a una directiva de la Comisión Europea y llega después de meses de discusión entre el Ejecutivo comunitario, la Agencia de Seguridad Alimentaria Europea, los Estados miembros y la industria del sector.
El comisario de Salud y Consumo, John Dalli, indicó en un comunicado que el veto es «una buena noticia para los consumidores europeos». En este sentido, reconoció que existe «incertidumbre» en torno al bisfenol A y a las repercusiones que pueda tener «en el desarrollo, la respuesta inmune o el desarrollo de tumores».
«La decisión tomada hoy es una buena noticia para los padres europeos que pueden estar seguros de que, a mediados de 2011, las botellas de plástico infantiles no incluirán» el compuesto, explicó el comisario. El veto a la fabricación entrará en vigor el 1 de marzo de 2011 y se prohibirá la distribución e importación a partir del mes de junio.
Noticia publicada en Jano.es y Agencias el 26 de noviembre del 2010
 
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